Por una universidad más humana
LA IMAGINACIÓN AL PODER
Por Manuel Araneda
A Gonzalo Millán, quien leyó este texto y nos brindó todo su apoyo, in memoriam.
Hay una palabra que me exalta, una palabra que nunca he oído sin estremecerme, sin sentir una gran esperanza, la más grande de todas. La de vencer a las fuerzas de ruina y de muerte que agobian a los hombres. Esa palabra es fraternidad.
Paul Éluard
La acción no debe ser una reacción sino una creación.
Mayo del 68
Estos tiempos poblados de incertidumbre y relativismo, de desencanto y desesperanza, de monotonía enceguecedora y de modas asfixiantes; quizá sean los indicados para que nosotros, quienes pertenecemos a la escuela de psicología, hagamos un alto en nuestras vidas y reflexionemos sobre el tipo universidad que queremos ser. Les pedimos que salgamos, aunque sea por unos instantes, de la órbita ensordecedora en la que giramos monótonamente, sin saber en qué lugar estamos ni adónde nos dirigimos. Porque sólo haciendo una pausa al ritmo de este río, que nos lleva con sus aguas aparentemente tranquilas pero agitadas por corrientes oscuras, podremos tomar consciencia de la verdadera situación en la que estamos sumergidos.
La condición humana se encuentra terriblemente degradada, y no nos referimos sólo a las atrocidades producidas por las injusticias económicas, sino además a los pequeños gestos, tan latentes en nuestras vidas, que alejan a los hombres entre sí. Actualmente vivimos extranjeros en nuestra propia casa y es nuestro deber, por el compromiso ético que conlleva la propia existencia y más aún la del psicólogo, intentar que nos reencontremos con el mundo, que es nuestro hogar, y así lograr, en última instancia, que los hombres nos reencontremos con nosotros mismos.
Si bien podríamos pensar que al tratarse de una carrera humanista nuestra escuela de psicología podría ser una excepción a este fenómeno que corroe las entrañas de nuestra sociedad, nos damos cuenta que no existe un ambiente de comunidad, ni menos eso que llaman “identidad portaliana”. Las distancias entre los alumnos de diferentes generaciones parecen insondables e incluso pareciera que dentro de las mismas generaciones se crean abismos que separan a los estudiantes de un semestre y de otro. ¿No les parece curioso que estemos careciendo de humanidad, siendo la psicología justamente ese intento de la humanidad por conocerse a sí misma? ¿No les parece que ahí está justamente la urgencia que nos llama? Pues la existencia del hombre está cada día más cerca de desaparecer si seguimos arrojando nuestra humanidad al basural más pestilente de todos: el olvido de nosotros mismos, de los otros y de nuestro mundo poblado también de tanta hermosura.
Es por esto que algunos compañeros nos hemos unido con el objetivo de intentar retener esa humanidad que se nos va diluyendo día a día. Y para emprender esta tentativa, evocamos lo que Neruda llamó el arma más peligrosa de todas: la Poesía (entendida no como un arte, sino como la esencia de todo arte), pues el acercamiento a lo poético es un acercamiento a la quizá más alta expresión de lo humano. No es la historia, ni la ciencia, ni la filosofía (Silesius dice: “La rosa es sin porqué/ florece porque florece”), ni las matemáticas lo que, según Luis Cardoza y Aragón, probaría la existencia del hombre, sino la poesía, pues ésta ha sido la única en reflejar al hombre en su total magnitud, en reflejar y ahondar -y a ratos en comprender- los sueños, las frustraciones, los dolores, las alegrías, las dudas, los sentimientos, las obsesiones, los deseos, los pensamientos, los amores y delirios del hombre. Parafraseando a Federico Mayor Zaragoza, podríamos decir que la historia del hombre no sólo se verifica en la poesía, sino que, gracias a ella, se condensa, adquiere un sentido, crea imágenes y símbolos en que los hombres se reconocen.
Como nos dice nuestro poeta Gonzalo Rojas: “El amor es, acaso, la última utopía que nos queda”. El mensaje de los artistas es bastante claro: la humanidad, como nos propone Cortázar, tiene que empezar a merecer su nombre. La apuesta es por la búsqueda de un hombre más humano, y eso requiere un reencuentro del hombre con el hombre, y creemos que justamente lo poético es el resultado de ese encuentro. Sólo a través de la humanización podremos agruparnos para construir juntos un futuro realmente más humano, porque es esto lo que nos une en lo más elemental. Ya no son, según algunos, los grandes metarrelatos ideológicos los que nos podrán unir. Y nos parece que en nuestra escuela, por lo menos aparentemente, aquellos discursos ideológicos no tienen recepción en oídos que son sordos a la política. Sin embargo, y aquí creemos que reside nuestro vigor, no debiéramos ser sordos al grito de nuestra propia existencia. Por lo mismo apelamos a acercarnos al arte, que actúa como un megáfono que se instala en los oídos del alma, permitiéndonos escuchar ese alarido existencial. Es por esto que creemos que aquellos pequeños actos simbólicos, como los de regalar un poema o, como en esta ocasión, la carta de Ernesto Sábato, son el gesto de tirar las semillas a las tierras humanas para que desde lo profundamente telúrico emerja aquél árbol que tanto anhelamos por su frescor, por la amistosa sombra que nos ofrece para protegernos en verano, y por supuesto por sus frutos, que no podrán ser otros que la libertad, la hermandad, el amor.
Nuestra apuesta, como ya pueden ver, es por la imaginación al poder o, más aún, por el poder de la imaginación; es decir por lo lúdico para hacer temblar la grisácea lógica universitaria y convertirla en un arcoiris donde los colores tengan cabida, donde otras maneras de entender el mundo puedan manifestarse. Como nos decía aquel hermoso rayado de mayo del 68: “Abajo Parménides, Heráclito retorna”. Abajo la lógica imperante, otra forma más poética retorna para replantearse el mundo y vivirlo.
Para empezar a crear consciencia de la real magnitud de los problemas de nuestros tiempos y de nuestra universidad, hemos decidido repartir una de las cartas que Ernesto Sábato recopila en su hermoso libro “La resistencia”. Porque cuando leemos a Sábato resuena en él toda la humanidad así como la inmensidad del mar susurra en una concha al oído. Y es justamente éste un gesto marítimo, pues aprisionamos esta carta en la botella de la confianza, para que transite de mano en mano, como en una marea humana, con la intención de que encalle en cada uno de sus lectores, sin naufragar en la indeferencia o el egoísmo de quienes por simple flojera no lean la carta o quienes no sean capaces de entregarla a algún compañero que no la haya leído.
Esperamos que la portentosa carta de Sábato haga emerger en los pechos de sus lectores la convicción de que una juventud encandilada por la sociedad de consumo está destinada a morir como las mariposas en un farol. Esperamos también que los lectores puedan develar tras la carta de Sábato el tesoro más preciado de todos: la vida misma. Pero, en palabras de Quevedo, no es sabio el que sabe donde está el tesoro, sino el que lo trabaja y lo saca. Es por esto que hacemos un llamado a acercarnos a la poesía y al arte, a emprender la aventura de trabajar y sacar el tesoro de la vida y la experiencia humana.
Los dejamos con el gran Ernesto Sábato, esperando que estas ideas queden rondando en ustedes así como la magia de la niñez gira en la manivela del organillero, cumpliéndose así la sentencia de Novalis: “Cuando un poeta canta estamos en sus manos: él es el que sabe despertar en nosotros aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no conocíamos.”
Ver texto: 'Lo pequeño y lo grande' de Ernesto Sabato
La condición humana se encuentra terriblemente degradada, y no nos referimos sólo a las atrocidades producidas por las injusticias económicas, sino además a los pequeños gestos, tan latentes en nuestras vidas, que alejan a los hombres entre sí. Actualmente vivimos extranjeros en nuestra propia casa y es nuestro deber, por el compromiso ético que conlleva la propia existencia y más aún la del psicólogo, intentar que nos reencontremos con el mundo, que es nuestro hogar, y así lograr, en última instancia, que los hombres nos reencontremos con nosotros mismos.
Si bien podríamos pensar que al tratarse de una carrera humanista nuestra escuela de psicología podría ser una excepción a este fenómeno que corroe las entrañas de nuestra sociedad, nos damos cuenta que no existe un ambiente de comunidad, ni menos eso que llaman “identidad portaliana”. Las distancias entre los alumnos de diferentes generaciones parecen insondables e incluso pareciera que dentro de las mismas generaciones se crean abismos que separan a los estudiantes de un semestre y de otro. ¿No les parece curioso que estemos careciendo de humanidad, siendo la psicología justamente ese intento de la humanidad por conocerse a sí misma? ¿No les parece que ahí está justamente la urgencia que nos llama? Pues la existencia del hombre está cada día más cerca de desaparecer si seguimos arrojando nuestra humanidad al basural más pestilente de todos: el olvido de nosotros mismos, de los otros y de nuestro mundo poblado también de tanta hermosura.
Es por esto que algunos compañeros nos hemos unido con el objetivo de intentar retener esa humanidad que se nos va diluyendo día a día. Y para emprender esta tentativa, evocamos lo que Neruda llamó el arma más peligrosa de todas: la Poesía (entendida no como un arte, sino como la esencia de todo arte), pues el acercamiento a lo poético es un acercamiento a la quizá más alta expresión de lo humano. No es la historia, ni la ciencia, ni la filosofía (Silesius dice: “La rosa es sin porqué/ florece porque florece”), ni las matemáticas lo que, según Luis Cardoza y Aragón, probaría la existencia del hombre, sino la poesía, pues ésta ha sido la única en reflejar al hombre en su total magnitud, en reflejar y ahondar -y a ratos en comprender- los sueños, las frustraciones, los dolores, las alegrías, las dudas, los sentimientos, las obsesiones, los deseos, los pensamientos, los amores y delirios del hombre. Parafraseando a Federico Mayor Zaragoza, podríamos decir que la historia del hombre no sólo se verifica en la poesía, sino que, gracias a ella, se condensa, adquiere un sentido, crea imágenes y símbolos en que los hombres se reconocen.
Como nos dice nuestro poeta Gonzalo Rojas: “El amor es, acaso, la última utopía que nos queda”. El mensaje de los artistas es bastante claro: la humanidad, como nos propone Cortázar, tiene que empezar a merecer su nombre. La apuesta es por la búsqueda de un hombre más humano, y eso requiere un reencuentro del hombre con el hombre, y creemos que justamente lo poético es el resultado de ese encuentro. Sólo a través de la humanización podremos agruparnos para construir juntos un futuro realmente más humano, porque es esto lo que nos une en lo más elemental. Ya no son, según algunos, los grandes metarrelatos ideológicos los que nos podrán unir. Y nos parece que en nuestra escuela, por lo menos aparentemente, aquellos discursos ideológicos no tienen recepción en oídos que son sordos a la política. Sin embargo, y aquí creemos que reside nuestro vigor, no debiéramos ser sordos al grito de nuestra propia existencia. Por lo mismo apelamos a acercarnos al arte, que actúa como un megáfono que se instala en los oídos del alma, permitiéndonos escuchar ese alarido existencial. Es por esto que creemos que aquellos pequeños actos simbólicos, como los de regalar un poema o, como en esta ocasión, la carta de Ernesto Sábato, son el gesto de tirar las semillas a las tierras humanas para que desde lo profundamente telúrico emerja aquél árbol que tanto anhelamos por su frescor, por la amistosa sombra que nos ofrece para protegernos en verano, y por supuesto por sus frutos, que no podrán ser otros que la libertad, la hermandad, el amor.
Nuestra apuesta, como ya pueden ver, es por la imaginación al poder o, más aún, por el poder de la imaginación; es decir por lo lúdico para hacer temblar la grisácea lógica universitaria y convertirla en un arcoiris donde los colores tengan cabida, donde otras maneras de entender el mundo puedan manifestarse. Como nos decía aquel hermoso rayado de mayo del 68: “Abajo Parménides, Heráclito retorna”. Abajo la lógica imperante, otra forma más poética retorna para replantearse el mundo y vivirlo.
Para empezar a crear consciencia de la real magnitud de los problemas de nuestros tiempos y de nuestra universidad, hemos decidido repartir una de las cartas que Ernesto Sábato recopila en su hermoso libro “La resistencia”. Porque cuando leemos a Sábato resuena en él toda la humanidad así como la inmensidad del mar susurra en una concha al oído. Y es justamente éste un gesto marítimo, pues aprisionamos esta carta en la botella de la confianza, para que transite de mano en mano, como en una marea humana, con la intención de que encalle en cada uno de sus lectores, sin naufragar en la indeferencia o el egoísmo de quienes por simple flojera no lean la carta o quienes no sean capaces de entregarla a algún compañero que no la haya leído.
Esperamos que la portentosa carta de Sábato haga emerger en los pechos de sus lectores la convicción de que una juventud encandilada por la sociedad de consumo está destinada a morir como las mariposas en un farol. Esperamos también que los lectores puedan develar tras la carta de Sábato el tesoro más preciado de todos: la vida misma. Pero, en palabras de Quevedo, no es sabio el que sabe donde está el tesoro, sino el que lo trabaja y lo saca. Es por esto que hacemos un llamado a acercarnos a la poesía y al arte, a emprender la aventura de trabajar y sacar el tesoro de la vida y la experiencia humana.
Los dejamos con el gran Ernesto Sábato, esperando que estas ideas queden rondando en ustedes así como la magia de la niñez gira en la manivela del organillero, cumpliéndose así la sentencia de Novalis: “Cuando un poeta canta estamos en sus manos: él es el que sabe despertar en nosotros aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no conocíamos.”
PODER A LA IMAGINACIÓN
Ver texto: 'Lo pequeño y lo grande' de Ernesto Sabato
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